[apologeticacatolica]
Extracto del Manual de teolog铆a Dogm谩tica de Ludwig Ott. p谩g. 180-191
El hombre y su ca铆da
§ 20. EL PECADO PERSONAL DE NUESTROS PRIMEROS PADRES O PECADO ORIGINAL ORIGINANTE
A origem do pecado da humanidade |
i. El acto pecaminoso
Nuestros primeros
padres pecaron gravemente en el Para铆so transgrediendo el precepto
divino que Dios les hab铆a impuesto para probarles (de fe, por ser doctrina del magisterio ordinario y universal de la Iglesia).
El concilio de Trento
ense帽a que Ad谩n perdi贸 la justicia y la santidad por transgredir el
precepto divino; Dz 788. Como la magnitud del castigo toma como norma la
magnitud de la culpa, por un castigo tan grave se ve que el pecado de
Ad谩n fue tambi茅n grave o mortal.
La Sagrada Escritura
refiere, en Gen 2, 17 y 3, 1 ss, el pecado de nuestros primeros padres.
Como el pecado de Ad谩n constituye la base de los dogmas del pecado
original y de la redenci贸n del g茅nero humano, hay que admitir en sus
puntos esenciales la historicidad del relato b铆blico. Seg煤n respuesta de
la Comisi贸n B铆blica del a帽o 1909, no es l铆cito poner en duda el sentido
literal e hist贸rico con respecto a los hechos que mencionamos a
continuaci贸n:
a) que al primer hombre le fue impuesto un precepto por Dios a fin de probar su obediencia;
b) que transgredi贸 este precepto divino por insinuaci贸n del diablo, presentado bajo la forma de una serpiente;
c) que nuestros primeros padres se vieron privados del estado primitivo de inocencia; Dz 2123.
Los libros m谩s recientes de la Sagrada Escritura confirman este sentido literal e hist贸rico; Eccli 25, 33: «Por la mujer tuvo principio el pecado y por ella morimos todos»; Sap 2, 24: «Por la envidia del diablo entr贸 la muerte en el mundo»; 2 Cor 2, 3: «Pero
temo que, como la serpiente enga帽贸 a Eva con su astucia, tambi茅n
corrompa vuestros pensamientos apart谩ndolos de la entrega sincera a
Cristo»; cf. 1 Tim 2,14; Rom 5, 12 ss; Ioh 8, 44. Hay que desechar
la interpretaci贸n mitol贸gica y la puramente aleg贸rica (de los
alejandrinos).
El pecado de nuestros primeros padres fue en su 铆ndole moral un pecado de desobediencia; cf. Rom 5, 19: «Por la desobediencia de uno, muchos fueron hechos pecadores». La ra铆z de tal desobediencia fue la soberbia; Tob 4, 14: «Toda perdici贸n tiene su principio en el orgullo»; Eccli 10, 15: «El principio de todo pecado es la soberbia».
El contexto b铆blico descarta la hip贸tesis de que el pecado fuera de
铆ndole sexual, como sostuvieron Clemente Alejandrino y San Ambrosio. La
gravedad del pecado resulta del fin que persegu铆a el precepto divino y
de las circunstancias que le rodearon. SAN AGUST脥N considera el pecado
de Ad谩n como «inefablemente grande» («ineffabiliter grande peccatum»: Op. imperf. c. Jul. 1 105)
2. Las consecuencias del pecado
a) Los
protoparentes perdieron por el pecado la gracia santificante y atrajeron
sobre s铆 la c贸lera y el enojo de Dios (de fe; Dz 788).
En la Sagrada Escritura
se nos indica la p茅rdida de la gracia santificante al referirse que
nuestros primeros padres quedaron excluidos del trato familiar con Dios;
Gen 3, 10 y 23. Dios se presenta como juez y lanza contra ellos el
veredicto condenatorio; Gen 3, 16 ss.
El desagrado divino se
traduce finalmente en la eterna reprobaci贸n. Taciano ense帽贸 de hecho que
Ad谩n perdi贸 la eterna salvaci贸n. SAN IRENEO (Adv. haer. m 23, 8), TERTULIANO (De poenit. 12) y SAN HIP脫LITO (Philos.
8, 16) salieron ya al paso de semejante teor铆a. Seg煤n afirman ellos, es
doctrina universal de todos los padres, fundada en un pasaje del libro
de la Sabidur铆a (10, 2:«ella [la Sabidur铆a] le salv贸 en su ca铆da»), que nuestros primeros padres hicieron penitencia, y«por la sangre del Se帽or» se vieron salvados de la perdici贸n eterna; cf. SAN AGUST脥N, De peccat. mer. et rem II 34, 55.
b) Los protoparentes quedaron sujetos a la muerte y al se帽or铆o del diablo (de fe; Dz 788).
La muerte y todo el mal
que dice relaci贸n con ella tienen su ra铆z en la p茅rdida de los dones de
integridad. Seg煤n Gen 3, 16 ss, como castigo del pecado nos impuso Dios
los sufrimientos y la muerte. El se帽or铆o del diablo queda indicado en
Gen 3, 15, ense帽谩ndose expresamente en Ioh 12, 31; 14, 30; 2 Cor 4, 4;
Hebr 2, 14; 2 Petr 2, 19.
§ 21. EXISTENCIA DEL PECADO ORIGINAL
I . Doctrinas her茅ticas opuestas
El pecado original fue negado indirectamente por los gn贸sticos y maniqueos,
que atribu铆an la corrupci贸n moral del hombre a un principio eterno del
mal: la materia; tambi茅n lo negaron indirectamente los origenistas y priscilianistas, los cuales explicaban la inclinaci贸n del hombre al mal por un pecado que el alma cometiera antes de su uni贸n con el cuerpo.
Negaron directamente la doctrina del pecado original los pelagianos, los cuales ense帽aban que:
a) El pecado de Ad谩n no se transmit铆a por herencia a sus descendientes, sino porque 茅stos imitaban el mal ejemplo de aqu茅l (imitatione, non propagatione).
b) La muerte, los padecimientos y la concupiscencia no son castigos por el pecado, sino efectos del estado de naturaleza pura.
c) El bautismo de los
ni帽os no se administra para remisi贸n de los pecados, sino para que 茅stos
sean recibidos en la comunidad de la Iglesia y alcancen el «reino de
los cielos» (que es un grado de felicidad superior al de «la vida
eterna»).
La herej铆a pelagiana
fue combatida principalmente por SAN AGUST脥N y condenada por el
magisterio de la Iglesia en los s铆nodos de Mileve (416), Cartago (418),
Orange (529) y, m谩s recientemente, por el concilio de Trento (1546); Dz
102, 174 s, 787 ss.
El pelagianismo sobrevivi贸 en el racionalismo desde
la edad moderna hasta los tiempos actuales (socinianismo, racionalismo
de la 茅poca de la «Ilustraci贸n», teolog铆a protestante liberal,
incredulidad moderna).
En la edad media, un s铆nodo de Sens (1141) conden贸 la siguiente proposici贸n de PEDRO ABELARDO: «Quod non contraximus culpam ex Adam, sed poenam tantum»; Dz 376.
Los reformadores,
bayanistas y jansenistas conservaron la creencia en el pecado original,
pero desfiguraron su esencia y sus efectos, haci茅ndole consistir en la
concupiscencia y consider谩ndole como una corrupci贸n completa de la
naturaleza humana; cf. Conf. Aug. , art. 2.
2. Doctrina de la Iglesia
El pecado de Ad谩n se propaga a todos sus descendientes por generaci贸n,
no por imitaci贸n (de fe).
no por imitaci贸n (de fe).
La doctrina de la Iglesia sobre el pecado original se halla contenida en el Decretum super peccato originali,
del concilio de Trento (sess. v, 1546), que a veces sigue a la letra
las definiciones de los s铆nodos de Cartago y de Orange. El tridentino
condena la doctrina de que Ad谩n perdi贸 para s铆 solo, y no tambi茅n para
nosotros, la justicia y santidad que hab铆a recibido de Dios; y aquella
otra de que Ad谩n transmiti贸 a sus descendientes 煤nicamente la muerte y
los sufrimientos corporales, pero no la culpa del pecado. Positivamente
ense帽a que el pecado, que es muerte del alma, se propaga de Ad谩n a todos
sus descendientes por generaci贸n, no por imitaci贸n, y que es inherente a
cada individuo. Tal pecado se borra por los m茅ritos de la redenci贸n de
Jesucristo, los cuales se aplican ordinariamente tanto a los adultos
como a los ni帽os por medio del sacramento del bautismo. Por eso, aun los
ni帽os reci茅n nacidos reciben el bautismo para remisi贸n de los pecados;
Dz 789-791.
3. Prueba tomada de las fuentes de la revelaci贸n
a) Prueba de Escritura
El Antiguo Testamento solamente contiene insinuaciones sobre el pecado original; cf. particularmente Ps 50, 7: «He aqu铆 que nac铆 en culpa y en pecado me concibi贸 mi madre»; Iob 14, 4 (seg煤n la Vulgata): «¿Qui茅n podr谩 hacer puro al que ha sido concebido de una inmunda semilla?» (M: «¿Qui茅n podr谩 hacer persona limpia de un inmundo?» ).
Ambos lugares nos hablan de una pecaminosidad innata en el hombre, bien
se entienda en el sentido de pecado habitual o de mera inclinaci贸n al
pecado, pero sin relacionarla causalmente con el pecado de Ad谩n. No
obstante, el Antiguo Testamento conoci贸 ya claramente el nexo causal que
existe entre la muerte de todos los hombres y el pecado de nuestros
primeros padres (la herencia de la muerte); cf. Eccli 25, 33; Sap 2, 24.
La prueba cl谩sica de Escritura es la de Rom 5, 12-21. En este pasaje,
el Ap贸stol establece un paralelo entre el primer Ad谩n, que transmiti贸 a
todos los hombres el pecado y la muerte, y Cristo —segundo Ad谩n— que
difundi贸 sobre todos ellos la justicia y la vida; v 12: «As铆 pues,
por un hombre entr贸 el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte, y
as铆 la muerte pas贸 a todos los hombres, por cuanto todos hab铆an pecado» (in quo omnes peccaverunt)… v 19:«Pues,
como por la desobediencia de uno muchos fueron hechos pecadores, as铆
tambi茅n por la obediencia de uno muchos ser谩n hechos justos».
伪) El t茅rmino pecado (est谩
tomado aqu铆 en su sentido m谩s general y se le considera personificado.
Est谩 englobado tambi茅n el pecado original. Se pretende expresar la culpa
del pecado, no sus consecuencias. Se hace distinci贸n expl铆cita entre el
pecado y la muerte, la cual es considerada como consecuencia del
pecado. Est谩 bien claro que San Pablo, al hablar del pecado, no se
refiere a la concupiscencia, porque seg煤n el v 18 s nos vemos libres del
pecado por la gracia redentora de Cristo, siendo as铆 que la experiencia
nos dice que, a pesar de todo, la concupiscencia sigue en nosotros.
尾) Las palabras in quo (v 12 d) fueron interpretadas en sentido relativo por San Agust铆n y por toda la edad media, refiri茅ndolas a unum hominem: «Por un hombre…, en el cual todos pecaron». Desde Erasmo de Rotterdam, se fu茅 imponiendo cada vez m谩s la interpretaci贸n conjuncional, mucho mejor fundada ling眉铆sticamente y que ya fue sostenida por numerosos santos padres, sobre todo griegos: «por causa de que todos hemos pecado», o «por cuanto todos hemos pecado».
V茅anse los lugares paralelos de 2 Cor 5, 4; Phil 3, 12; 4, 10; Rom 8,
3. Como tambi茅n mueren los que no tienen pecados personales (los ni帽os
que no tienen uso de raz贸n), la causa de la muerte corporal no puede ser
culpa alguna personal, sino la culpa heredada de Ad谩n. Cf. los vv 13 s y
19, donde expresamente se dice que el pecado de Ad谩n es raz贸n de que
muchos fueran hechos pecadores. La interpretaci贸n conjuncional, que hoy
es la que encuentra general aceptaci贸n, coincide con la idea de la
interpretaci贸n de SAN AGUST脥N: «todos han pecado en Ad谩n y por esta causa mueren todos».
蠏) Las palabras «Mucho fueron hechos pecadores» (v
19 a) no restringen la universalidad del pecado original, pues la
expresi贸n «muchos» (por contraste con un solo Ad谩n o un solo Cristo) es
paralela a «todos», que es empleada en los vv I2d y 18a.
b) Prueba de tradici贸n
SAN AGUST脥N invoca, contra el obispo pelagiano Juli谩n de Eclana, la tradici贸n eclesi谩stica: «No
soy yo quien ha inventado el pecado original, pues la fe cat贸lica cree
en 茅l desde antiguo; pero t煤, que lo niegas, eres sin duda un nuevo
hereje» (De nupt. et concup. 11 12, 25). SAN AGUST脥N, en su escrito Contra Iulianum (1.
1 y 11) presenta ya una verdadera prueba de tradici贸n citando a Ireneo,
Cipriano, Reticio de Aut煤n, Olimpio, Hilario, Ambrosio, Inocencio I,
Gregorio Nacianceno, Juan Cris贸stomo, Basilio y Jer贸nimo como
testimonios de la doctrina cat贸lica. Muchas expresiones de los padres
griegos, que parecen insistir mucho en que el pecado es una culpa
personal y parecen prescindir por completo del pecado original, se
entienden f谩cilmente si tenemos en cuenta que fueron escritas para
combatir el dualismo de los gn贸sticos y maniqueos y contra el
preexistencianismo origenista. SAN AGUST脥N sali贸 ya en favor de la
doctrina del Cris贸stomo para preservarla de las torcidas
interpretaciones que le daban los pelagianos: «vobis nondum litigantibus securius loquebatur» (Contra lu铆. 1 6, 22).
Una prueba positiva y
que no admite r茅plica de lo convencida que estaba la Iglesia primitiva
de la realidad del pecado original, es la pr谩ctica de bautizar a los
ni帽os «para remisi贸n de los pecados»; cf. SAN CIPRIANO, Ep. 64, 5.
4. El dogma y la raz贸n
La raz贸n natural no es
capaz de presentar un argumento contundente en favor de la existencia
del pecado original, sino que 煤nicamente puede inferirla con
probabilidad por ciertos indicios: «Peccati originalis in humano genere probabiliter quaedam signa apparent» (S.c.G.
iv 52). Tales indicios son las espantosas aberraciones morales de la
humanidad y la apostas铆a de la fe en el verdadero Dios (polite铆smo,
ate铆smo).
§ 22. ESENCIA DEL PECADO ORIGINAL
I . Opiniones err贸neas
a) El pecado original, contra lo que pensaba Pedro Abelardo, no consiste en el reato de pena eterna,
es decir, en el castigo condenatorio que los descendientes de Ad谩n
habr铆an heredado de 茅ste, que era cabeza del g茅nero humano (pena
original y no culpa original). Seg煤n doctrina del concilio de Trento, el
pecado original es verdadero y estricto pecado, es decir, reato de
culpa; cf. Dz 376, 789, 792. San Pablo nos habla de verdadero pecado;
Rom 5, 12: «…por cuanto todos hemos pecado»; cf. Rom 5, 19.
b) El pecado original, contra lo que ense帽aron los reformadores, bayanistas y jansenistas, no consiste tampoco en la concupiscencia mala habitual (es
decir: en la inclinaci贸n habitual al pecado), que persistir铆a aun en
los bautizados como verdadero y estricto pecado, aunque trat谩ndose de
茅stos no se les imputara ya a efectos del castigo. El concilio de Trento
ense帽a que por el sacramento del bautismo se borra todo lo que es
verdadero y estricto pecado y que la concupiscencia (que permanece
despu茅s del bautismo como prueba moral) solamente puede ser considerada
como pecado en sentido impropio; Dz 792.
Es incompatible con la
doctrina de San Pablo (que considera la justificaci贸n como una
transformaci贸n y renovaci贸n interna) el que el pecado permanezca en el
hombre, aunque no se le impute a efectos del castigo. El que ha sido
justificado se ve libre del peligro de la reprobaci贸n, porque tiene
lejos de s铆 la raz贸n de la reprobaci贸n, que es el pecado; Rom 8, 1: «No hay, pues, ya condenaci贸n alguna para los que son de Cristo Jes煤s».
Como la naturaleza
humana se halla compuesta de cuerpo y esp铆ritu, la concupiscencia
existir铆a tambi茅n en el estado de naturaleza pura como un mal natural,
y, por tanto, no puede ser considerada en s铆 como pecaminosa; porque
Dios lo hizo todo bien; Dz 428.
c) El pecado original, contra lo que ense帽aron Alberto Pighio († 1542) y Ambrosio Catarino, O. P. († 1553), no consiste en una imputaci贸n meramente extr铆nseca del pecado actual de Ad谩n (teor铆a de la imputaci贸n). Seg煤n
doctrina del concilio de Trento, el pecado de Ad谩n se propaga por
herencia a todos sus descendientes y es inherente a cada uno de ellos
como pecado propio suyo: «propagatione, non imitatione transfusum 贸mnibus, inest unicuique proprium»; Dz 790; cf. Dz 795: «propriam iniustitiam contrahunt».
El efecto del bautismo, seg煤n doctrina del mismo concilio, es borrar
realmente el. pecado y no lograr tan s贸lo que no se nos impute una culpa
extra帽a; Dz 792; cf. 5, 12 y 19.
2. Soluci贸n positiva
El pecado original
consiste en el estado de privaci贸n de la gracia, que, por tener su causa
en el voluntario pecado actual de Ad谩n, cabeza del g茅nero humano, es
culpable (sent. com煤n).
a) El concilio
de Trento denomina al pecado original muerte del alma (mors animae; Dz
789). La muerte del alma es la carencia de la vida sobrenatural, es
decir, de la gracia santificante. En el bautismo se borra el pecado
original por medio de la infusi贸n de la gracia santificante (Dz 792). De
ah铆 se sigue que el pecado original es un estado de privaci贸n de la
gracia. Esto mismo se deduce del paralelo que establece San Pablo entre
el pecado que procede de Ad谩n y la justicia que procede de Cristo (Rom
5,19). Como la justicia que Cristo nos confiere consiste formalmente en
la gracia santificante (Dz 799), el pecado heredado de Ad谩n consistir谩
formalmente en la falta de esa gracia santificante. Y la falta de esa
gracia, que por voluntad de Dios ten铆a que existir en el alma, tiene
car谩cter de culpa, como apartamiento que es de Dios.
Como el concepto de
pecado en sentido formal incluye el ser voluntario (ratio voluntarii),
es decir, la voluntaria incurrencia en el mismo, y los ni帽os antes de
llegar al uso de raz贸n no pueden poner actos voluntarios personales,
habr谩 que explicar, por tanto, la nota de voluntariedad en el pecado
original por la conexi贸n que guarda con el voluntario pecado actual de
Ad谩n. Ad谩n era el representante de todo el g茅nero humano. De su libre
decisi贸n depend铆a que se conservaran o se perdieran los dones
sobrenaturales que no se le hab铆an concedido a 茅l personalmente, sino a
la naturaleza del hombre como tal; dones que, por la voluntaria
transgresi贸n que hizo Ad谩n del precepto divino, se perdieron no s贸lo
para 茅l, sino para todo el linaje humano que habr铆a de formar su
descendencia.
P铆o V conden贸 la
proposici贸n de Bayo que afirma que el pecado original tiene en s铆 mismo
el car谩cter de pecado sin relaci贸n alguna con la voluntad de la cual
tom贸 origen dicho pecado; Dz 1047; cf. SAN AGUST脥N, Retract. I 12 (13), 5; S.th. I II 81, 1.
b) Seg煤n
doctrina de Santo Tom谩s, el pecado original consiste formalmente en la
falta de la justicia original, y materialmente en la concupiscencia
desordenada. Santo Tom谩s distingue en todo pecado un elemento formal y
otro material, el apartamiento de Dios (aversio a Deo) y la conversi贸n a la criatura (conversio ad creaturam).
Como la conversi贸n a la criatura se manifiesta ante todo en la mala
concupiscencia, SANTO TOM脕S, juntamente con San Agust铆n, ve en la
concupiscencia, la cual en s铆 es una consecuencia del pecado original,
el elemento material de dicho pecado: «peccatum orig铆nale materialiter quidem est concupiscentia, formaliter vero est defectus originalis iustitiae» (S.th.
1 11 82, 3). La citada doctrina de Santo Tom谩s se halla por una parte
bajo el influjo de San Anselmo de Canterbury, que coloca la esencia del
pecado original exclusivamente en la privaci贸n de la justicia primitiva,
y por otra parte bajo el influjo de SAN AGUST脥N, el cual define el
pecado original como la concupiscencia con su reato de culpa (concupiscentia cum suo reatu)
y comenta que el reato de culpa se elimina por el bautismo, mientras
que la concupiscencia permanece en nosotros como un mal, no como un
pecado, para ejercitarnos en la lucha moral (ad agonem) (Op. imperf. c. Jul. 1 71).
La mayor铆a de los
te贸logos postridentinos no consideran la concupiscencia como elemento
constitutivo del pecado original, sino como consecuencia del mismo.
§ 23. PROPAGACI脫N DEL PECADO ORIGINAL
El pecado original se propaga por generaci贸n natural (de fe).
El concilio de Trento dice: «propagatione,
non imitatione transfusum omnibus»; Dz 790. Al bautizar a un ni帽o,
queda borrado por la regeneraci贸n aquello en que se hab铆a incurrido por
la generaci贸n; Dz 791.
Como el pecado original es peccatum naturae,
se propaga de la misma forma que la naturaleza humana: por el acto
natural de la generaci贸n. Aun cuando tal pecado en su origen es uno solo
(DZ790), a saber: el pecado de nuestro primer padre (el pecado de Eva
no es causa del pecado original), se multiplica tantas veces cuantas
comienza a existir por la generaci贸n un nuevo hijo de Ad谩n. En cada
generaci贸n se transmite la naturaleza humana desnuda de la gracia
original.
La causa principal (causa efficiens principalis) del pecado original es 煤nicamente el pecado de Ad谩n. La causa instrumental (causa efficiens instrumentalis)
es el acto natural de la generaci贸n, por el cual se establece la
conexi贸n moral del individuo con Ad谩n, cabeza del g茅nero humano. La
concupiscencia actual vinculada al acto generativo (el placer sexual;
libido), contra lo que opina SAN AGUST脥N (De nuptiis et concup. i 23,25;
24, 27), no es causa eficiente ni condici贸n indispensable para la
propagaci贸n del pecado original. No es m谩s que un fen贸meno concomitante
del acto generativo, acto que, considerado en s铆, no es sino causa
instrumental de la propagaci贸n del pecado original; cf. S.th. I II 82, 4
ad 3.
Objeciones: De la doctrina cat贸lica sobre la transmisi贸n del pecado original no se sigue, como aseguraban los pelagianos,
que Dios sea causa del pecado. El alma que Dios crea es buena
considerada en el aspecto natural. El estado de pecado original
significa la carencia de una excelencia sobrenatural para la cual la
criatura no puede presentar t铆tulo alguno. Dios, por tanto, no est谩
obligado a crear el alma con el ornato sobrenatural de la gracia
santificante. Adem谩s, Dios no tiene la culpa de que al alma que acaba de
ser creada se le rehusen los dones sobrenaturales; el culpable de ello
ha sido el hombre, que us贸 mal de su libertad. De la doctrina cat贸lica
no se sigue tampoco que el matrimonio sea en s铆 malo. El acto conyugal
de la procreaci贸n es en s铆 bueno, porque objetivamente (es decir, seg煤n
su finalidad natural) y subjetivamente (esto es, seg煤n la intenci贸n de
los procreadores) tiende a alcanzar un bien, que es la propagaci贸n del
g茅nero humano, ordenada por Dios.
§ 24. CONSECUENCIAS DEL PECADO ORIGINAL
Los te贸logos
escol谩sticos, inspir谩ndose en Lc 10, 30, resumieron las consecuencias
del pecado original en el siguiente axioma: El hombre ha sido, por el
pecado de Ad谩n, despojado de sus bienes sobrenaturales y herido en los
naturales («spoliatus gratuitis, vulneratus in naturalibus»). T茅ngase en cuenta que el concepto de gratuita de ordinario se extiende s贸lo a los dones absolutamente sobrenaturales, y que en el concepto de naturalia se incluye el don de integridad de que estaban dotadas las disposiciones y fuerzas naturales del hombre antes de la ca铆da (naturalia integra); cf. SANTO TOM脕S, Sent. II, d. 29, q. 1 a. 2; S.th. I II 85, I.
1. P茅rdida de los done» sobrenaturales
En el estado de
pecado original, el hombre se halla privado de la gracia santificante y
de todas sus secuelas, as铆 como tambi茅n de los dones preternaturales de
integridad (de fe por lo que respecta a la gracia santificante y al don de inmortalidad; Dz 788 s).
La falta de la gracia
santificante, considerada como un apartarse el hombre de Dios, tiene
car谩cter de culpa; considerada como un apartarse Dios del hombre, tiene
car谩cter de castigo. La falta de
los dones de integridad tiene como consecuencia que el hombre se halle sometido a la concupiscencia, a los sufrimientos y a la muerte. Tales consecuencias persisten aun despu茅s de haber sido borrado el pecado original, pero entonces ya no son consideradas como castigo, sino como poenalitates, es decir, como medios para practicar la virtud y dar prueba de la propia moralidad. El que se halla en pecado original est谩 en servidumbre y cautividad del demonio, a quien Jes煤s llam贸 pr铆ncipe de este mundo (Ioh 12, 31; 14,30)> Y San Pablo le denomina dios de este mundo (2 Cor 4, 4); cf. Hebr 2, 14; 2 Petr 2, 19.
los dones de integridad tiene como consecuencia que el hombre se halle sometido a la concupiscencia, a los sufrimientos y a la muerte. Tales consecuencias persisten aun despu茅s de haber sido borrado el pecado original, pero entonces ya no son consideradas como castigo, sino como poenalitates, es decir, como medios para practicar la virtud y dar prueba de la propia moralidad. El que se halla en pecado original est谩 en servidumbre y cautividad del demonio, a quien Jes煤s llam贸 pr铆ncipe de este mundo (Ioh 12, 31; 14,30)> Y San Pablo le denomina dios de este mundo (2 Cor 4, 4); cf. Hebr 2, 14; 2 Petr 2, 19.
2. Vulneraci贸n de la naturaleza
La herida que el pecado
original abri贸 en la naturaleza no hay que concebirla como una total
corrupci贸n de la naturaleza humana, como piensan los reformadores y
jansenistas. El hombre, aunque se encuentre en estado de pecado
original, sigue teniendo la facultad de conocer las verdades religiosas
naturales y realizar acciones moralmente buenas en el orden natural. El
concilio del Vaticano ense帽a que el hombre puede conocer con certeza la
existencia de Dios con las solas fuerzas de su raz贸n natural; Dz 1785,
1806. El concilio tridentino ense帽a que por el pecado de Ad谩n no se
perdi贸 ni qued贸 extinguido el libre albedr铆o; Dz 815.
La herida, abierta en la naturaleza, interesa al cuerpo y al alma. El concilio 11 de Orange (529) declar贸: «totum, i. e. secundum corpus et animam, in deterius hominem commutatum (esse)» (Dz 174); cf. Dz 181, 199, 793. Adem谩s de la sensibilidad al sufrimiento (passibilitas) y de la sujeci贸n a la muerte (mortalitas),
las dos heridas que afectan al cuerpo, los te贸logos, siguiendo a SANTO
TOM脕S (S.th. i II 85, 3), enumeran cuatro heridas del alma, opuestas
respectivamente a las cuatro virtudes cardinales: a) la ignorancia, es decir, la dificultad para conocer la verdad (se opone a la prudencia); b) la malicia, es decir, la debilitaci贸n de nuestra voluntad (se opone a la justicia); c) lafragilidad (infirmitas) , es decir, la cobard铆a ante las dificultades que encontramos para tender hacia el bien (se opone a la fortaleza); d) la concupiscencia en
sentido estricto, es decir, el apetito desordenado de satisfacer a los
sentidos contra las normas de la raz贸n (se opone a la templanza). La
herida del cuerpo tiene su fundamento en la p茅rdida de los dones
preternaturales de impasibilidad e inmortalidad; la herida del alma en
la p茅rdida del don preternatural de inmunidad de la concupiscencia.
Es objeto de controversia si
la herida abierta en la naturaleza consiste exclusivamente en la
p茅rdida de los dones preternaturales o si la naturaleza humana ha
sufrido adem谩s, de forma accidental, una debilitaci贸n intr铆nseca. Los
que se deciden por la primera sentencia (Santo Tom谩s y la mayor parte de
los te贸logos) afirman que la naturaleza ha sido herida s贸lo relativamente,
esto es, si se la compara con el estado primitivo de justicia original.
Los defensores de la segunda sentencia conciben la herida de la
naturaleza en sentido absoluto, es decir, como situaci贸n inferior con
respecto al estado de naturaleza pura.
Seg煤n la primera
sentencia, el hombre en pecado original es con respecto al hombre en
estado de naturaleza pura como una persona que ha sido despojada de sus
vestidos (desnudada) a otra persona que nunca se ha cubierto con ellos
(desnuda; nudatus ad nudum). Seg煤n la segunda sentencia, la relaci贸n que existe entre ambos es la de un enfermo a una persona sana (aegrotus ad samtm).
Hay que preferir sin
duda la primera opini贸n, porque el pecado actual de Ad谩n —una acci贸n
singular— no pudo crear en su propia naturaleza ni en la de sus
descendientes h谩bito malo alguno, ni por tanto la consiguiente
debilitaci贸n de las fuerzas naturales; cf S.th. 1 II 85, I. Pero hay que
conceder tambi茅n que la naturaleza humana ca铆da, por los extrav铆os de
los individuos y de las colectividades, ha experimentado cierta
corrupci贸n ulterior, de suerte que se encuentra actualmente en una
situaci贸n concreta inferior a la del estado de naturaleza pura.
§ 25. LA SUERTE DE LOS NI脩OS QUE MUEREN EN PECADO ORIGINAL
Las almas que salen de esta vida en estado de pecado original est谩n excluidas de la visi贸n beat铆fica de Dios (de fe).
El segundo concilio universal de Lyon (1274) y el concilio de Florencia (1438-45) declararon:«Illorum
animas, qui in actuali mortali peccato vel solo originali decedunt, mox
in infernum descender茅, poenis tamen disparibus puniendas»; Dz 464,693; cf. 493 a.
Este dogma se funda en las palabras del Se帽or: «Si alguien no renaciere del agua y del Esp铆ritu Santo [por medio del bautismo], no podr谩 entrar en el reino de los cielos» (Ioh 3, 5).
Los que no han llegado
todav铆a al uso de la raz贸n pueden lograr la regeneraci贸n de forma
extrasacramental gracias al bautismo de sangre (recu茅rdese la matanza de
los santos inocentes). En atenci贸n a la universal voluntad salv铆fica de
Dios (1 Tim 2, 4) admiten muchos te贸logos modernos, especialmente los
contempor谩neos, otros sustitutivos del bautismo para los ni帽os que
mueren sin el bautismo sacramental, como las oraciones y deseo de los
padres o de la Iglesia (bautismo de deseo representativo; Cayetano) o la
consecuci贸n del uso de raz贸n en el instante de la muerte, de forma que
el ni帽o agonizante pudiera decidirse en favor o en contra de Dios
(bautismo de deseo; H. Klee), o que los sufrimientos y muerte del ni帽o
sirvieran de cuasisacramento (bautismo de dolor; H. Schell). 脡stos y
otros sustitutivos del bautismo son ciertamente posibles, pero nada se
puede probar por las fuentes de la revelaci贸n acerca de la existencia
efectiva de los mismos; cf. Dz 712. AAS 50 (1958) 114.
Los te贸logos, al hablar de las penas del infierno, hacen distinci贸n entre la pena de da帽o (que consiste en la exclusi贸n de la visi贸n beat铆fica) y la pena de sentido (producida
por medios extr铆nsecos y que, despu茅s de la resurrecci贸n del cuerpo,
ser谩 experimentada tambi茅n por los sentidos). Mientras que SAN AGUST脥N y
muchos padres latinos opinan que los ni帽os que mueren en pecado
original tienen que soportar tambi茅n una pena de sentido, aunque muy
benigna («mitissima omnium poena»; Enchir. 93); ense帽an los
padres griegos (v.g. SAN GREGORIO NACIANCENO, Or. 40, 23) y la mayor铆a
de los te贸logos escol谩sticos y modernos que no sufren m谩s que la pena de
da帽o. Habla en favor de esta doctrina la explicaci贸n dada por el papa
Inocencio m: «Poena originalis peccati est carencia visionis Dei ( poena
damni), actualis vero poena peccati est gehennae perpetuae cruciatus ( —
poena sensus)»; Dz 410. Con la pena de da帽o es compatible un estado de
felicidad natural; cf. SANTO TOM脕S, De malo, Sent. II d. 33 q. 2 ad 2.
Los te贸logos suelen admitir que existe un lugar especial adonde van los ni帽os que mueren sin bautismo y al cual llaman limbo de los ni帽os.
P铆o VI sali贸 en defensa de esta doctrina frente a la interpretaci贸n
pelagiana de los jansenistas, que falsamente quer铆an explicarlo como un
estado intermedio entre la condenaci贸n v el reino de Dios; Dz 1526.

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